Los platos sucios


Los platos sucios

         Me desperté escuchándola. Sí…era su voz, se sentía suave y muy lejana. Cualquiera se hubiese espantado en esa incertidumbre de no saber si algún ser que alguna vez fue humano nos habló desde el más allá o desde quién sabe qué lugar. Tal vez dudarían de esa posibilidad y se reafirmarían en la certeza de que todo fue parte de un sueño cercano, de un deseo de volver a escuchar a quién se fue y no volverá. Yo no pensé en ninguna conjetura,  me sentía tranquila y ansiaba oírla nuevamente. Recordaba cada una de sus palabras: “Nosotros sabemos cuándo será nuestro último día”. La imaginaba mientras me decía: “Dejamos pistas a través de frases que adquirirán significado después de nuestra partida terrenal”. Tenía razón... yo trataba de recordar cada minúscula oración salida de sus labios resecos.

  Los primeros destellos del sol ya están invadiendo mi cuarto. Trato de ubicarme en el tiempo. Su recuerdo me dejó un tanto obnubilada: no sé qué fecha, ni qué día es. Tomo mi celular que se encuentra debajo de mi cama y visualizo en la pantalla " martes 13 de octubre del año 2020", marcan las 7:00 am. -Es muy temprano- pienso y me recuesto nuevamente. Intento retomar el sueño; sin embargo no consigo lograrlo. Doy vueltas en la cama, me tapo y destapo continuamente realizando una constante lucha con las sábanas en busca de la comodidad. Su voz resuena en mis tímpanos “sabemos cuándo será el día”. Aprieto mi cabeza contra la almohada para mitigarla. No lo consigno puesto que sus ecos se hacen cada vez más fuertes.  Seguidamente, un calor sofocante que termina en transpiración fría recorre todo mi cuerpo. Tengo una sensación de miedo y regocijo a la vez. Finalmente, cansada y en voz alta me digo a mí misma -hoy será el día-.

       No podía discernir porque me sentía diferente, con sensaciones tan incomprensibles, pero había algo de lo que realmente estaba segura, y era la certeza de que hoy no lavaría los platos, eso me mantenía en paz. Aunque... ¿Qué tenían que ver esos malditos platos con esa extraña incertidumbre? Claramente no podía ni pensar en ellos, tal era su fuerza que con solo imaginarlos ya me sentía frustrada y toda la tranquilidad adquirida hasta el momento se convertía en una terrible ira, no en un simple enojo como solía suceder. Son las 8:00 am. Sigo acostada en mí cama. Trato de pensar sin enfurecerme y me pregunto interiormente ¿ Puede ser posible que unos cubiertos de porcelana me condenen a semejante metamorfosis? Para ser específica, yo era una especie de ángel convertida en demonio, si tuviera un espejo frente a mí y me visualizase en el, esa sería mi imagen.

    Las horas pasan y sigo sin levantarme, ni siquiera para tomar agua o ir al baño como lo hacía habitualmente. Otra vez mi mente se encuentra divagando, ahora con preguntas y respuestas que no tienen ningún sentido, pero que tal vez me ayuden a entender el porqué de mi alma atormentada y sin esperanzas de resurrección ¿Acaso los platos sucios vienen del inframundo? Esa pregunta era la más cuerda de todas. Automáticamente lo afirmaba, porque: ¿de qué otro modo los seres que habitan en las tinieblas podrían atrapar a un alma tan bondadosa por naturaleza y así condenarla eternamente?.

      Ahí estaba mi vida como claro ejemplo de metamorfosis. Hacia esfuerzos vanos por recordar cómo era antes de que se corrompa mi alma. Pensé rendirme… vino una imagen a mi mente  ¿Era yo? Sí  estaba sonriendo casi de manera diabólica, veía una luz extremadamente brillante resurgiendo en mi rostro y sentí un éxtasis de felicidad. Realmente no recordaba ser así, tanta distancia había entre mi pasado y mi presente  que me hacían pensar en la fragilidad del ser humano que cuán bruscamente puede cambiar.

      Hubiese sido mejor que todo acabase de una sola vez: sin preguntas, sin respuestas, sin metamorfosis, pero no podía dejar de pensar ¿Cómo iba a saber que todo terminaría así? Esa luz que alguna vez se apoderó de mí, que parecía tan infinita, era solo una efímera parte de mi vida, del tiempo, del universo ¡Quién pudiera imaginar que algo tan brillante, tan resplandeciente pudiera apagarse poco a poco!  Y si no fuera suficiente adueñándose del alma ¡De mí alma!  Por el simple hecho de venganza, de no aceptar su mortalidad. Ella al igual que todo, no era eterna.

       Son las 11:00 am. No quiero levantarme. Ya sé cuál es la causa de mi martirio, pero necesito saber el origen. ¿Por qué siempre queremos saber el principio? ¿De dónde venimos o hacía dónde vamos? ¿Porque no podemos conformamos con el simple hecho de estar vivos, de disfrutar de los placeres que nos brinda la vida terrenal?. Estamos ahí incursionando, queriendo encontrar algo que nos haga sentir miserables, insignificantes. Quizás esa sea nuestra esencia, la que nos distingue de los demás seres vivientes. Tal vez buscar una verdad absoluta y universal sea nuestro lema,  de generación en generación hasta el fin de nuestros días. En fin, para qué seguir dando vueltas. ¡Yo era la causante del origen de mi desgracia! ¡Yo tan inofensivamente era participe de las contingencias que me llevarían a tan terrible decisión!.

      Me perdí nuevamente en mi mente. Podía recordar otra vez,  mi rostro denotaba tranquilad y alegría ofreciendo mi servicio a la hora de limpiar los cubiertos después del almuerzo. Debo confesar que hubo un tiempo en el que amé realizar dicha tarea doméstica. Era tan divertido agarrar la esponja con mi mano izquierda (acto únicamente mío) ya que tuve la bendición, o seguramente la maldición de nacer con esa peculiar característica de las personas llamadas zurdas, tan inconmensurables por la sociedad, ya en otras épocas las consideraban hijos del demonio. Capaz tenían razón – Ahora que lo pienso- ya que las personas que no me querían siempre terminaban en alguna desgracia. Vuelvo a mis pensamientos: Mientras sujetaba la esponja veía a mi cuerpo torpemente realizando esa ferviente acción, mientras mi mente y mi alma libres se ingeniaban para ser quienes ellas quisieran imaginando historias absurdas e imposibles, vidas paralelas que nunca existirán. ¡Qué rareza! solamente imaginando se podía dañar tanto el ser humano. Partes de un todo, eso somos, el daño que se causaban a sí mismas y a mí, ya estaba hecho. Me estiré un poco, acomodé mi almohada y supuse que miles de personas estarían en este momento pasando por lo mismo y eso me reconfortó, ya no me sentía tan solitaria en este camino insoportable. ¿Cómo es posible que pudiera pensar así?, desconocía a mi alma, estaba totalmente oscura.

     Miro el techo y después de tantos martirios, por fin puedo entender qué castigo tan cruel es fregar los platos sucios. ¡Sí! Sacrificio era la palabra que la describía perfectamente, una especie de crucifixión por las personas que amamos. Solía pensar que cada plato llevaba consigo sus tormentos, pecados, deseos ocultos y que mi tarea era limpiarlos. ¿Qué tonta no? Pero ¿Por qué pensaba eso? ¿Alguna fuerza desconocida indujo a mi mente tales penumbras?  Tal vez nunca lo sepa.

      No puedo negar que primero resultó ser una acción sencilla y fácil, con tales pensamientos las horas eran fugaces. Con cada plato que limpiaba expurgaba mi alma -era lo que yo creía- lo tomaba como un simple juego, y que también liberaba el alma de aquellos quienes lo usaban para servir sus alimentos ya que estos al recibir tan buena recompensa para su cuerpo tenían que dejar algo a cambio y qué más fácil que dejar algo que te perturba, por llenar el estómago con algo tan delicioso como un guiso de arroz. Sí, ¡Eso era! Algo tan coherente no se me hubiese ocurrido. No obstante ese juego tuvo consecuencias nocivas en mi vida, era tan verosímil que terminó formando parte de mi mente y de mi cuerpo.

     Puedo afirmar que a todos alguna vez nos llegó, o nos llegará el momento en el que no soportaremos nuestras vidas, no toleraremos levantarnos una vez más para continuar con lo mismo de siempre.Dicen que la rutina nos estabiliza; pero yo no lo creo así, más bien creo que tiene una cara oculta que pocos la podemos conocer: primero te salva, ordena tu vida, te hace creer que todo está perfecto tal y como es, pero una vez que te acostumbras a la tranquilidad que te otorga,saca su carta escondida debajo de las mangas cambiando tu destino por completo. Tu vida se convierte en una semiosis infinita, en un círculo vicioso, cada acción realizada empieza a desmoronarte, no toleras volverla a hacer y no hay forma de escapar ¡Estas atrapado!. Por lo menos así lo creía, era lo que me pasaba a mí ¿Quién ha de querer saber que ahí están los platos sucios, esperándote en la cocina? Y por más que pasen muchas horas seguirán allí, hasta a que los expurgues nuevamente.

     Mi celular marcaba las 12.00 pm y mi cabeza seguía dando vueltas. Recordé el día anterior, la última vez que limpie los platos. Me veía triste, ejecutando la acción de manera desganadora. Mi cara estaba pálida y mis ojos estaban prácticamente cerrados. Ya no podía ver a esos platos, tenía escalofríos por todo el cuerpo ¡Realmente estaban sucios! O ¿Quizás era mi alma la que estaba llena de putrefacción?. Me concentraba en terminar el aseo lo más antes posible, no permitía que ningún pensamiento me atormente, cuando meses atrás  lo único que quería hacer era volar con la imaginación. Ahora, con esa imagen rondando por mi mente, volví a sentir esa intranquilidad… ¡Estaba segura! Mi alma ya no se limpiaba con cada plato, es más, se inundaba con cada contenido puesto allí. Era una simple y débil alma, no era lo suficientemente fuerte para purgar el alma de todos, más bien no podía cargar con los problemas todos.

     Dejo de pensar y agarro mi teléfono  -¡Las horas pasan volando!-  Expreso con tono enfurecido porque son las 12:30 pm y escucho de manera unánime  y repetida, voces diciéndome que la comida está servida. Respiré profundo una vez más y junte fuerzas para situar mis pies sobre el suelo de mi habitación oscura. Me levanté un poco mareada tratando de enfocarme en la realidad. Almorcé tranquilamente, como si no hubiese pasado nada en esas horas, tampoco pensé en nada, total ya todo estaba planeado. Junte los platos y me dirigí a la cocina. Quedé paralizada al escuchar una voz diciéndome “déjalos ahí, yo los limpiaré”. Estaba confundida, ¿Será que en todo momento pensé en voz alta y se habrán enterado de mí tormentoso estado? ¿Sabrían del plan que tenía preparado para mí y para aquellos platos sucios?. Temblando volví nuevamente a mi habitación y susurre  “en fin mañana será un nuevo día”.

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