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Destellos

Su vista comenzó a cegarse con los destellos del atardecer, el sol más que nunca, iluminaba todo a su alrededor, como si fuese la última vez que alumbraría la faz de la tierra. Unos minutos antes, había mirado su reloj, lo había sacado del bolsillo izquierdo de su campera negra. Ya no sabía si llamarlo reloj o lo que quedaba de el, había sido un regalo de su nieto por su cumpleaños número sesenta, pero debido a su torpeza y baja visión  lo había maltratado. Pensó en él, quizás  habrá cumplido los veintiún años, ansiaba verlo; sin embargo sus estudios lo tenían muy ocupado y ya casi no viajaba al pueblo – y si me subo al colectivo y lo caigo de sorpresa- esa idea rondaba una y otra vez en su cabeza, pero desconfiaba. Ya no tenía el mismo coraje que antes. Aquel anciano creía que si se iría muy lejos, tan solo sería para quedarse tirado por algún badén, perdido entre las peligrosas calles de la ciudad  o pensaba que quizás sus frágiles piernas no aguantarían tanto tiempo sentado en un au

Aquellas paredes

En el Instituto, a la hora de la siesta, comienza la lluvia primaveral: lluvia de esperanzas, tristezas y ansias, lluvia que cae sobre estudiantes de secundaria. Lluvia que sabe que están a días de su semana, en dónde las carpetas, trabajos y evaluaciones quedan en olvido - aunque sea por unos instantes.   Por los pasillos mojados, entre medio de cántaros de agua y quietud plena, se forman las primeras huellas: pequeñas, medianas y grandes. Las pequeñas pasan a ser medianas, y las medianas a grandes, hasta que vuelven a cruzar las pequeñas y así se mezclan las unas y las otras, así hasta desaparecer por completo, dejando solo rastros humedecidos y trozos de barro.  Aquellos pasos cuidan el tiempo, controlan los minutos y tal vez los segundos. Pasos que corren hacia las aulas, hacia los baños, y hacia el playón; pero por sobre todo, entre pasillos secretos se encuentran pasos que suben las escaleras una y otra vez, a veces sin ser vistos, a veces solos o a veces acompañados; pero siempr
  La versión de un gato llamado Negro Dicen que los gatos negros somos diabólicos o que damos “mala suerte”, y para serles sinceros, sí, soy un poco diabólico pero no así como se lo imaginan, quizás un tantito peor. Pero no quiero que se asusten y en verdad quiero contarles mi versión de la historia, para que no solamente crean las invenciones de las vecinas chismosas, que por cierto son muy creíbles, ya que cuando me ven se les disloca el rostro  y hacen unas reverencias raras con sus manos, faa! quién sabe qué clase de señales y después dicen que yo soy el pariente del diablillo. Y bueno aquí empieza la versión del Negro, que por cierto es mi nombre, ya verán que es un poco redundante a mi aspecto, pero admito el esfuerzo de mi dueña por no encontrar un nombre mejor: La famosa desgracia o “mala suerte” ocurrió a finales de octubre. Yo a mi corta edad, era consciente de que no debía cruzar las calles o cazar bichitos por el barrio durante ese mes, ya que según cuentan las malas lengu

Los ojos negros del otro lado

    Los ojos negros del otro lado    Intenté de todo para escapar de él, pero esos ojos tristes me persiguieron hasta en mis sueños. Tuvieron que pasar diez años   para que por fin terminara ese martirio, fue cuando finalmente entendí lo que quería decirme aquella mirada que quizás ya no exista, porque yo también estuve alguna vez del otro lado. Así como ustedes lo están ahora o lo estuvieron alguna vez en su efímera vida. Yo también caminé por calles atiborradas de gente. Yo también transité monótonamente buscando qué consumir para aplacar los tormentos de la mente, queriendo pretender que existo, así como ustedes.    No somos tan diferentes como suelen decir. Repetimos lo que hace el otro y tal vez sea por ese miedo a no saber quiénes somos, a ser considerados extraños o   quizás para ser aceptados en un mundo que solo sabe mirar a quienes son mirados, por el simple afán de encajar en el circo. Así como ustedes miles de veces pasé a orillas de él, casi pisándolo como si no lo v
                                              Después de partir          Ella se rehusaba a partir y yo me sentía culpable por no saber cómo retenerla. Aunque no me lo dijo lo sentí así; en su voz, en su mirar destellado hacía sus plantas verdosas que deseaba ver renacer en primavera, aunque fuese por última vez. Partió en la madrugada fría de julio del   2020. Sentí coraje por no tener fe para que sucediera un milagro. Yo solo quería que vuele en primavera, rodeada del aroma de sus flores, por cuidarlas y amarlas tanto.      La observo para no olvidarme de su rostro. Mientras acaricio su cabello blanco recuerdo su sonrisa. El pensar que algún día se borrará de mi cabeza me vuelve triste otra vez. Trato de entender porqué no pasé más tiempo con ella. La vi apagarse con cada visita del médico, llevándose consigo nuestras esperanzas. Se fue sin saber si habían creado la vacuna para prevenir el virus que nos mantuvo alejados de ella. Aunque pienso que tal vez la llevó la tristeza o qu

Iluminado

  Iluminado No sabía que tantas aves podían cantar al unísono. Sé que son diferentes porque la mezcla de sonidos logra un coro elocuente que al escuchar por más de diez segundos borraría hasta los más ocultos recuerdos. Me revuelco y tapo mis oídos queriendo mitigar el bullicio que ensordece mis tímpanos. Intento abrir mis ojos y me encandilan al punto de cegar mis pupilas. Los cierro nuevamente y trato de calmarme. Respiro. Vuelvo a abrir mis parpados lentamente y puedo notar que hay una luz que   entra   por una abertura directa hacia mí y   yo soy   el único iluminado. Me acuclillo y sobresaltado diviso a mí alrededor. Me mareo por tan brusco movimiento y hago una pausa. Confundido vuelvo a mirar en torno a mí, todo está oscuro. Siento que estoy perdido en un laberinto y sin salida. Me paro lentamente y doy un giro mientras frego mis ojos contra mis manos sudorosas pensando que tal vez todavía no desperté completamente. Quiero distinguir alguna señal que me indique en dónde pued

Los platos sucios

Los platos sucios          Me desperté escuchándola. Sí…era su voz, se sentía suave y muy lejana. Cualquiera se hubiese espantado en esa incertidumbre de no saber si algún ser que alguna vez fue humano nos habló desde el más allá o desde quién sabe qué lugar. Tal vez dudarían de esa posibilidad y se reafirmarían en la certeza de que todo fue parte de un sueño cercano, de un deseo de volver a escuchar a quién se fue y no volverá. Yo no pensé en ninguna conjetura,   me sentía tranquila y ansiaba oírla nuevamente. Recordaba cada una de sus palabras: “Nosotros sabemos cuándo será nuestro último día”. La imaginaba mientras me decía: “Dejamos pistas a través de frases que adquirirán significado después de nuestra partida terrenal”. Tenía razón... yo trataba de recordar cada minúscula oración salida de sus labios resecos.   Los primeros destellos del sol ya están invadiendo mi cuarto. Trato de ubicarme en el tiempo. Su recuerdo me dejó un tanto obnubilada: no sé qué fecha, ni qué día es.