Los ojos negros del otro lado
Los ojos negros del otro lado
Intenté de todo para escapar de él, pero
esos ojos tristes me persiguieron hasta en mis sueños. Tuvieron que pasar diez
años para que por fin terminara ese
martirio, fue cuando finalmente entendí lo que quería decirme aquella mirada
que quizás ya no exista, porque yo también estuve alguna vez del otro lado. Así
como ustedes lo están ahora o lo estuvieron alguna vez en su efímera vida. Yo
también caminé por calles atiborradas de gente. Yo también transité
monótonamente buscando qué consumir para aplacar los tormentos de la mente,
queriendo pretender que existo, así como ustedes.
No somos tan diferentes como suelen decir.
Repetimos lo que hace el otro y tal vez sea por ese miedo a no saber quiénes
somos, a ser considerados extraños o
quizás para ser aceptados en un mundo que solo sabe mirar a quienes son
mirados, por el simple afán de encajar en el circo. Así como ustedes miles de
veces pasé a orillas de él, casi pisándolo como si no lo viese, como si fuese
una piedra que debemos esquivar para no tropezarnos. Y claro, volteaba la
mirada, hacia lo que los demás hacen : simulaba conversar con algún cuerpo que
me acompañaba en ese paseo, a menudo me escabullaba en la pantalla del celular
si me encontraba solo, o giraba un sinfín de veces la cabeza hacia las vidrieras pensando en cosas sin sentido;
como en qué tengo y no tengo, así como ustedes. Cualquier cosa servía de
pretexto para no mirarlo.
Todo era en vano o quizás ¿una señal? Porque
de igual forma miles de direcciones me llevaban hacia él: para ir hacia un
lugar o para volver, para cruzar las calles o quedarme simplemente parado en
una esquina; pero transitaba con los ojos cerrados, puesto que no quería aceptar
que estaba allí, y ¿ saben por qué? Porque
siempre hacemos de la vista gorda a lo que creemos que no nos afecta, hacemos
que nos da igual si está o no está ahí ya que creemos que no es nuestro problema.
Si tan solo por una vez miráramos con el corazón y no correteando sin sentido veríamos los
zapatos lustrados de la gente rozando su cuerpo delgado, y qué decir de las bolsas de ropa nueva que yo acaba de
comprar, cruelmente humillaban sus andrajos sucios y descocidos. Ahora que dejé
la rutina que englobaba mis pensamientos, puedo decir con claridad todo lo que
pasó esa tarde, es como si mi mente desease recordar cuándo comenzó todo,
detalle por detalle, para torturarme aún más y no la juzgo si ella está en lo
correcto:
Yo quise evitarlo como todos los demás, seguir
solamente mi vista como todos los días cuando iba a cumplir con mi labor de
ciudadano adaptado a una sociedad, sin embargo ese día fue diferente…
necesitaba mirarlo, echar un vistazo a aquella oscuridad arrinconada en la
vereda. Jamás imaginé que allí comenzaría mi calvario, solo bastó ese cruce de
miradas para originar la culpabilidad en mi ser. Vi sus ojos negros hundidos en
una profunda tristeza y sus ojeras moradas hacían que resalten aún más aquellas
pupilas de dolor. Aterrador. Lo sé,
después de diez años comprendo que en ese momento quiso advertirme algo. Tal
vez que,
¿ Cometí un error al mirarlo? o que ¿ Debí ayudarlo para no acabar ignorado como él?.
Sí, habrá sido eso, yo era su única esperanza en aquel momento, el único que lo
vio abandonado a su suerte. De igual modo ambos no pudimos escapar: él del
infierno en el que vivía día a día y yo de sus ojos tristes.
Muchos años desee no haberlo visto, juré
jamás volver a salir a la calle, pero él de alguna forma venía a mí. ¡Yo era el
elegido!. Esa tarde en que lo vi seguí mi camino como si nada hubiese pasado,
como si aquello pertenecía a la rutina. Recuerdo que al llegar a mi casa
preparé la mejor cena solo para mí. Miro hacia atrás y todavía veo claramente
esos platos cargados con alimentos de todo tipo para complacer a mi cuerpo. Así
como lo imaginan, era más de lo habitual. Ahora sé por qué los devoraba
fugazmente. Quería olvidar aquellos ojos negros. Sé que en lo profundo de mi
ser también sentía que quizás algún día ya no tendría una cena así. Después de
tantos años comprendo que fui cruel al no pensar en aquel “vagabundo” como
suelen estereotiparlo. No creo que él habrá querido terminar así, turbado en su
angustiosa vida. Fue cruel el no imaginarme si probó algún bocado mientras yo
practicaba la gula como dicen los católicos. Yo inocentemente solo quería
borrar lo sucedido.
Miro salir a la gente apresuradamente desde
diferentes direcciones, rodeados por una burbuja que nos les permite mirar más
allá, puesto que están del otro lado y pienso en aquel indigente como yo solía
llamarlo. Conjeturo que esa noche mientras yo devoraba mi comida, él buscaba
restos de lo que yo tiré al igual que ustedes, en algún basurero mezclándose con quien sabe tantas porquerías.
También deduzco que tal vez no habrá tenido fuerzas para levantarse porque el
vapor que emana de las veredas en verano
lo hubiese dejado obnubilado, así como a mí que hoy ni siquiera bebí un
vaso de agua fría. ¡Nadie me vio! ha de ser por eso. La verdad más certera que
tengo es que él se habrá dormido por cansancio, pensando que al día siguiente
tendría más suerte.
Afirmo que merezco estar aquí porque fui
un tonto al sentir miedo de aquella mirada, si esos ojos solo querían un poco
de compasión. Me he preguntado miles de veces por qué no volví, por qué no le
ofrecí un baño caliente y un colchón en dónde dormir si yo vivía solo. ¿Qué
podría hacerme aquel viejo sin fuerzas? Quizás contarme cómo fue que terminó
allí solo como yo. Ahora, acostado y mirando los zapatos pasar al lado mío me
pregunto ¿ Cuánto tiempo habrá pasado aquel hombre sin hablar con alguna
persona?. Hasta hace poco no me imaginaba vivir sin conversar, contar anécdotas
sin ser rechazado. Solo me quedaban las esperanzas de crear amigos imaginarios
para contarles mí día a día, para no perder el lenguaje que mis padres me
enseñaron. Aunque hoy lo entiendo. ¡Sí! estaba pagando el karma por haber sido
indiferente, por haber pensado solo en mí.
Pasaron días, meses y años de aquella
angustiosa tarde en que lo vi. De igual modo, esa mirada seguía intacta al
cerrar mis ojos. A pesar de que almacené en mi memoria un sinfín de momentos
felices, no fueron lo suficientes para esconder sus pupilas que ya eran parte
mí. Comprendí que aquello fue un pacto, como el vínculo que tenemos con quienes
amamos. Ya no podía ser el mismo de antes. No podía disfrutar de una cena o
reunión con amigos porque algo me faltaba. Me sentía hipócrita cada vez que tiraba
los restos de comida ante los ojos de todos los demás e igual lo hacía para
sentirme parte de algo que ya no quería ser.
Intenté ser diferente aunque ahora sé que me faltó valor. Lo único que
debí hacer es sentirme ignorado, como si nadie me viese.
Afirmo que fui un cobarde, en mis manos
estuvo la posibilidad de ayudar a alguien y la de lograr que muchos imitasen mi
acto de solidaridad. Odie a mi yo del pasado. Odie lo que fui y que tantos
amaron. Tanta insensibilidad cargaba el mundo. Todos diciendo ser buenos cuando
a la vez desconocían a quienes se presentaban en su camino. ¿Cómo no verlos?
¡Estaban allí! en el centro de la vereda queriendo ser percibidos mientras a su
alrededor repartían folletos sobre amor hacia el prójimo los que veían solo lo
que querían ver.
Oí miles de veces a humanos sin cumplir su rol
de humanidad decir que los que viven en la indigencia es porque así lo quieren,
que no aceptan ayuda.¿ Será que pensaron alguna vez que ellos tampoco se
animarían a ir con un extraño que tal vez hoy les ilusione y después lo olvide?
dejándolos abatidos y perdidos entre multitudes. Es muy fácil hablar desde el
otro lado porque yo también enuncié aquella frase cargada de egoísmo. Yo hablé
sin decir palabras pretendiendo ser un Dios con derecho a juzgar. Puedo decir
de este lado que, solo querían ser escuchados, ser vistos para sentir que
existen. ¿Quién no habrá sentido que su vida ya no poseía importancia? Y se
habrá metido en el centro para que lo viesen, para que le digan que sí importan
aunque fuese una mentira. Muchos lo habremos hecho. Tan solo para ser mirados
por los que están del otro lado.
No me siento mal por formar de parte de los
muertos en vida, si estoy pagando lo que alguna vez evité. Sé cómo y cuándo fue
el proceso en el que me fui consumiendo poco a poco hasta terminar aquí. Creo
que estaba quedando loco por tener tantas pesadillas causadas por aquellos ojos
negros. Intenté tanto fingir que no existían que terminaron buscándome dentro
de mi ser, dejándome consumido. Sé que fue la culpa; una vez que abre los ojos
ya no puedes cerrarlos.
Estando en la calle creí que sería el final de mi afligida
existencia. Giré alrededor de unas cuadras buscando mi lugar y así pasé varios
días que se convirtieron en años. De vereda en vereda. Ya no sabía cuál era mi
aspecto. Había días en que los ángeles
como los llamaba puesto que no veía sus rostros me dejaban alguna fruta o
abrigos en mi aposento cerca de un basurero. Una noche, cuando ya creí olvidarlo
volví a soñar con aquellos ojos negros y
decidí buscar el lugar en dónde los vi por primera vez. Ya no tenía fuerzas, yo
era un muerto andante que cruzaba como fantasma entre los que dicen tener vida.
Logré encontrar aquella vereda. Decidí enfrentarme a él por si lo veía, aunque
sé que habían pasado tantos años de
aquel día.
Por un momento me sentí afortunado por estar
de este lado, pensé que quizás lograría hacer más de lo que alguna vez tuve la
posibilidad de hacer y no lo hice. Me senté en la vereda que alguna vez ignoré,
y decidí mirar los ojos de quien pasase aunque sabía que me costaría horrores.
Así pasaron los días hasta que ardió en mi pecho la necesidad de levantar mi
rostro. Vi a un joven solitario que miró hacia donde yo estaba. Sus ojos se
fijaron en los míos. Sentí escalofríos. Eran aquellos ojos negros que me
inquietaron por tantos años.
Comentarios
Publicar un comentario