Iluminado
Iluminado
No sabía que tantas aves podían cantar
al unísono. Sé que son diferentes porque la mezcla de sonidos logra un coro
elocuente que al escuchar por más de diez segundos borraría hasta los más
ocultos recuerdos. Me revuelco y tapo mis oídos queriendo mitigar el bullicio
que ensordece mis tímpanos. Intento abrir mis ojos y me encandilan al punto de
cegar mis pupilas. Los cierro nuevamente y trato de calmarme. Respiro. Vuelvo a
abrir mis parpados lentamente y puedo notar que hay una luz que entra por una abertura directa hacia mí y yo soy el único iluminado. Me acuclillo y
sobresaltado diviso a mí alrededor. Me mareo por tan brusco movimiento y hago
una pausa. Confundido vuelvo a mirar en torno a mí, todo está oscuro. Siento que
estoy perdido en un laberinto y sin salida.
Me paro lentamente y doy un giro mientras
frego mis ojos contra mis manos sudorosas pensando que tal vez todavía no
desperté completamente. Quiero distinguir alguna señal que me indique en dónde
puedo estar. Con el dedo índice y el pulgar tomo mis párpados y los extiendo.
Realmente tengo los ojos abiertos, ¡Es verdad que está todo lóbrego!. No entiendo,
yo estoy iluminado, me miro: mi cuerpo
está desnudo, pálido y parado sobre un pasto que tiene color, es verde y bien
tallado, sus hojas parecen ser perfectas. Me agacho y lo toco. Siento una
textura firme, quiero arrancarlo y no puedo. Pacientemente muevo mis manos una
y otra vez, restregándolo entre las hojas, sintiendo su firmeza parecen tomar
el color puro de aquella especie de césped. ¿Dónde estoy? ¿Qué clase de hábitat es este? No
sé por dónde seguir. Doy un paso hacia adelante, miro hacia arriba y hacia
abajo rápidamente. Es extraño, con cada movimiento la luz solar me acompaña;
sin embargo todo lo demás sigue en la oscuridad. Estoy en duda ¿Cómo podría
saber que realmente es la luz del sol la que me ilumina? Tal vez lo intuyo porque estoy pisando hojas
verdes; pero mis ojos se encandilan cada vez que levanto la vista, no
puedo afirmar si hay un cielo alrededor ni de qué color es.
Camino con miedo, no sé hacia
dónde me dirijo. El canto ensordecedor de las aves se amplía cada vez más y
confunde mis pensamientos. ¿Cómo saber hacia dónde voy? ¿Habrá una salida? ¿Qué
pasó ayer? No recuerdo nada. Con cada pisada mis ojos fijan el suelo además mantengo extendidos mis brazos aunque
sé que esta vez no estoy caminando con
los ojos cerrados. No sé con qué podré encontrarme, o qué podrá encontrarme a
mí. Por momentos toco mi rostro para descartar si tengo una venda en los ojos o
me pellizco la muñeca porque creo que todo es un sueño. Hay intervalos en los
que siento un golpe en la cara, parece ser de una rama que resurge de la nada
misma, que es la oscuridad plena. No puedo preverlo ¿Cómo voy a defenderme? No
puedo saber que hay delante de mí o detrás de mí. Me aterrorizo cada vez doy un paso en falso, mi cuerpo parece hundirse un fango pesado, pero
al final termino tocando el suelo. Es confuso, como una especie de muerte falsa.
Sentir que tu cuerpo cae hacia un vacío infinito donde el tiempo parece
detenerse aunque finalmente tus piernas se alivien al sentir el pasto firme. No lo siento extraño, pareciese
ser que ya lo hubiese experimentado antes, aunque mi memoria este sin
recuerdos.
Estoy cansado, comienzo a
transpirar excesivamente a medida que avanzo. Mi cuerpo parece transformarse en
un mar humano. Tengo sed y lamo mis manos. Su sabor es amargo y lo escupo. Esto parece ser un camino infinito. Brotan
lágrimas de mis ojos pero no las puedo distinguir, se mezclan entre tanto
sudor. Hay momentos en los que la luz que me ilumina solo a mí me enceguece al
punto de sellar mis ojos por un buen rato. Es allí cuando comienzan las nuevas preguntas:
¿dónde está el final? o ¿ dónde comenzará todo?. Mis oídos empiezan a acostumbrarse
al coro de las aves. Siento que estoy en una especie de jaula, solo que no puedo ver dónde están las rejas. No sé
quién soy, ni quién fui. No hay palabras que pudiesen salir de mi boca. Mi
cerebro es una nebulosa negra como todo a mi alrededor. Estoy solo. Veo mi
cuerpo, sé que lo vi antes. Comienzo a marearme y siento una presión en el
pecho. El pensar me agota más rápidamente.
El día y la noche parecen estar
en un mismo sitio, si me detengo todo sigue igual, no hay nada que pueda
cambiar. Me aferro a la esperanza de encontrar una salida. Muevo una pierna y siento frío. El arrullo se
apaga. Hay silencio. Los silencios siempre están para alertar algo, ni el pájaro
más pequeño vuelve a abrir su pico. Mi piel se eriza. La temperatura de mi
cuerpo baja bruscamente, la traspiración se seca y mis labios se resquebrajan
¿vuelvo hacia atrás o sigo hacia adelante?
Doy un paso hacia adelante. Ahora mi cuerpo siente un aire cálido, comienza a
traspirar nuevamente. Otra vez las aves vuelven a cantar, ahora se oyen enfurecidas
al punto de hacer estallar cualquier tímpano. Todo parece ser un juego
circular. Entre la nueva competencia acústica identifico el canto de un pájaro,
lo conozco, siento una puntada en mi cabeza y me acuclillo por tanto dolor.
Vienen imágenes a mi mente: Estoy entrando por un trillo, rodeado de árboles
gigantes, me dirijo con una mochila y un
visor. Escucho el canto de las aves y miro hacia arriba. Allí están. Puedo
reconocer algunos: benteveo, ruiseñor, paloma, pitogue. La mezcla de sonidos me lleva al recuerdo de otros: Un torrente de
agua cae por mis oídos. Mientras camino mis labios sienten el líquido puro y
calma mi sed. Ahora veo una cascada, estoy en ella subiendo sobre unas rocas
mis pies sienten resbalarse contra los musgos Un paso en falso, me encuentro debajo del
agua.
No puedo respirar, es como si
estuviese todavía debajo del agua, pero estoy acuclillado tratando de buscar el
aire. Me paro, doy unos pasos y me caigo. Abro mis ojos, ahora estoy debajo del
agua, algo encandila mis ojos, es una gema dorada. La tomo, levanto mi cabeza
en busca de aire y unos rostros que tienen
círculos pintados en la frente, me miran tranquilamente, parecen esperarme. Toman
mi mano. Me sacan la ropa y me visten con una túnica extraña, que resplandece
más que el fuego. Se unen a mi alrededor y comienzan a danzar. Siento que la
piedra de a ´poco va calentando todo mi cuerpo. Me indican la fogata y me
señalan que lance al fuego la gema dorada.
Mi cabeza parece prenderse fuego,
me paro nuevamente para buscar una
salida ahora que sé que volvieron algunos recuerdos. Trato de correr y
solamente hago unos pasos lentos, no puedo controlar a mis piernas. Mis ojos me
pesan y caigo en el suelo. Me veo, allí estoy caminando hacia el fuego mientras
todos me miran y cantan felices una especie de alabanza. Sus risas son macabras
y yo sigo sin comprender qué tengo que ver con aquella piedra dorada. La lanzo
mientras diviso esos ojos grandes y negros rodeados de una especie de éxtasis
fantasmal. El fuego se hace cada vez más grande. La noche parece ser de día.
Quiero marcharme pero me atajan y sorban mis labios con un líquido verde, sí,
ese líquido lo había visto en las manos del mayor de los hombres, que llevaba
consigo una especie de túnica pedregada .Me desespero, quiero correr y gritar.
Mi cuerpo no responde. Estoy tirado, levantan mi cuerpo. No sé a dónde me llevan.
Un silbido agudo recorre mis tímpanos.
Sigo avanzando lentamente, no
quiero que vuelvan los recuerdos porque quiero encontrar una salida. Sé que
cada vez que pienso mi cuerpo se hace más lento. Pero necesito saber quiénes
eran aquellos hombres ¿En dónde me dejaron? Doy un paso más, la luz tiene más intensidad y me ciega
completamente. Caigo al suelo y me arrastro, no quiero parar, sé que falta
poco. El canto de las aves se hace más fuerte estallando mis tímpanos. Siento
un líquido derramarse por mi cuello mientras escucho un sonido agudo, lento y
eterno.
Todo vuelve a comenzar: Me
revuelco y tapo mis oídos queriendo mitigar el bullicio que ensordece mis
tímpanos. Intento abrir mis ojos y me encandilan al punto de cegar mis pupilas.
Los cierro nuevamente y trato de calmarme. Respiro. Vuelvo a abrir mis parpados
lentamente y puedo notar que el sol
entra solo por una abertura directa hacia mí y yo soy
el único iluminado. Me acuclillo y sobresaltado diviso a mí alrededor.
Me mareo, me detengo y vuelvo a mirar en torno a mi, todo está oscuro. Siento
que estoy perdido en un laberinto y sin salida.
Todo es oscuro pero yo estoy
parado sobre un pasto que tiene color: es verde y bien tallado, quiero
arrancarlo y no puedo. Sus hojas parecen estar pegadas al suelo. ¿ Dónde
estoy?. No sé por
dónde seguir. Doy un paso hacia adelante, miro hacia arriba y hacia abajo
rápidamente. Con cada movimiento la luz solar me acompaña. Es extraño, con cada movimiento
la luz solar me acompaña; sin embargo todo lo demás sigue en la oscuridad.
Estoy en duda ¿cómo podría saber que realmente es la luz del sol la que me
ilumina? Tal vez lo intuyo porque estoy
pisando hojas verdes; sin embargo mis ojos se encandilan cada vez que levanto la
vista, no puedo afirmar si hay un cielo alrededor ni de qué color es. Solo yo estoy iluminado, el resto es
oscuridad.
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